La vida humana consiste en tres grandes impulsos: ímpetus, deseos y
atracciones. Un carácter fuerte, una personalidad imponente, se adquiere tan
sólo mediante la conversión del impulso natural de la vida en arte social del
vivir, transformando los deseos presentes en esos anhelos más elevados que son
capaces de un logro duradero, mientras que la atracción común de la existencia
debe ser transferida de las propias ideas convencionales y establecidas a los
dominios más elevados de las ideas no exploradas y de los ideales no
descubiertos.Cuánto más compleja se vuelva la civilización, más difícil será el
arte del vivir. Cuánto más rápidos los cambios en los hábitos sociales, más
complicada será la tarea del desarrollo del carácter. Cada diez generaciones,
la humanidad debe aprender nuevamente el arte de vivir si el progreso ha de
continuar. Si el hombre se torna tan ingenioso como para aumentar las
complejidades de la sociedad a paso más acelerado, habrá que aprender de nuevo
el arte de vivir mucho más frecuentemente, tal vez, en cada generación. Si la
evolución del arte de vivir no se mantiene al ritmo de la técnica de la
existencia, la humanidad volverá a caer rápidamente en el simple impulso del
vivir —la búsqueda de la satisfacción de los deseos presentes.
Así pues, la
humanidad seguirá siendo inmadura; la sociedad no conseguirá crecer hasta la
madurez plena.
La madurez social es equivalente al grado en que el hombre esté
dispuesto a renunciar a la nueva gratificación de deseos pasajeros e
inmediatos, para abrigar aquellos anhelos superiores cuya obtención proporciona
las satisfacciones más abundantes del avance progresivo hacia objetivos
permanentes. Pero la verdadera indicación de la madurez social de un pueblo es
su capacidad y voluntad de ceder su derecho a vivir apacible y contentamente
bajo las normas promotoras de comodidad basadas en el aliciente de las
creencias establecidas y las ideas convencionales, en vez d su derecho a vivir
apaciblemente el atractivo zozobrador, devorador de energía, de la búsqueda de
posibilidades no exploradas para lograr propósitos no descubiertos de
realidades espirituales ideales.
Tomado del Libro de Urantia
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