«La autoridad de la verdad es el espíritu
mismo que mora en sus manifestaciones vivientes, no las palabras muertas de
hombres menos iluminados y supuestamente inspirados de generaciones pasadas.
Aunque estos santos varones de antaño sí vivieron vidas inspiradas y llenas de
espíritu, eso no significa que sus palabras eran similarmente inspiradas espiritualmente.
Hoy, no ponemos por escrito las enseñanzas de
este evangelio del reino, para que, después de mi partida, vosotros os separéis
rápidamente en distintos grupos, cada uno convencido de poseer la verdad como
resultado de la diversidad de vuestras interpretaciones de mis enseñanzas.
Durante esta generación, es mejor que vivamos estas verdades evitando dejar
documentos escritos.
Nada de
lo que toque la naturaleza humana puede ser considerado infalible.
Indudablemente podrá brillar la verdad divina a través de la mente humana pero
siempre con pureza relativa y divinidad parcial. La infalibilidad puede ser
anhelo de la criatura pero sólo los Creadores la poseen.
El error en las enseñanzas de las escrituras.-
«Pero el error más grande de las enseñanzas
que se refieren a las Escrituras, consiste en la doctrina de que éstas son
libros sellados de misterio y de sabiduría que tan sólo se atreven a
interpretar las mentes sabias de la nación. Las revelaciones de la verdad
divina no están selladas sino por la ignorancia humana, el fanatismo y la
intolerancia de miras estrechas. Sólo el prejuicio y la superstición empañan la
luz de las Escrituras.
Un falso temor de lo sagrado ha impedido que la religión
fuera salvaguardada por el sentido común. El temor de la autoridad de los
escritos sagrados del pasado impide eficazmente que las almas honestas de hoy
acepten la nueva luz del evangelio, la misma luz que aquellos hombres de otra
generación conocedores de Dios tan intensamente anhelaban ver.Pero lo más
triste de todo esto es, que algunos de los que enseñan la santidad de este
tradicionalismo, conocen esta misma verdad. Ellos comprenden más o menos
plenamente estas limitaciones de las Escrituras, pero sufren de cobardía moral
y deshonestidad intelectual. Conocen la verdad relativa a los sagrados
escritos, pero prefieren ocultar del pueblo estos hechos perturbadores. Así
pues, pervierten y distorsionan las Escrituras, tornándolas guías de detalles
esclavizantes de la vida diaria y autoridad en cosas no espirituales, en vez de
apelar a las escrituras sagradas como minas de sabiduría moral, inspiración
religiosa y enseñanzas espirituales de los hombres conocedores de Dios de otras
generaciones».
Tomado del Libro de Urantia
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