sábado, 13 de abril de 2013

El egocentrismo es vanaglorioso y suicida


El desarrollo del conocimiento material en el mortal permite una mayor apreciación intelectual del significado de las ideas y de los valores de los ideales. Un ser humano puede hallar la verdad en su experiencia interior, pero necesita un claro conocimiento de los hechos para aplicar su descubrimiento personal de la verdad a las exigencias cruelmente prácticas de la vida diaria.
Es tan sólo natural que el hombre mortal sufra sentimientos de inseguridad al verse inextricablemente atado a la naturaleza mientras posee al mismo tiempo poderes espirituales totalmente trascendentes a todas las cosas temporales y finitas. Sólo la confianza religiosa —la fe viviente— puede sostener al hombre entre estos problemas tan difíciles y confusos.
De todos los peligros que acechan la naturaleza mortal del hombre y arriesgan su integridad espiritual, el orgullo es el peor. La valentía es valerosa, pero el egocentrismo es vanaglorioso y suicida. Una autoconfianza razonable no ha de ser deplorada. La habilidad del hombre de transcenderse a sí mismo es lo que lo distingue del reino animal.El orgullo es engañoso, intoxicante y originador del pecado tanto en el individuo como en el grupo, en la raza o en la nación. Es literalmente verdad: «Antes del quebrantamiento es la soberbia».

El Libro de Urantia (1222.6)111:6.7

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