En
la vida física, los sentidos se percatan de la existencia de las cosas; la
mente descubre la realidad de los significados; pero la experiencia espiritual
revela al individuo los verdaderos valores de la vida. Estos altos niveles de
vida humana se logran en el amor supremo de Dios y en el amor altruista del
hombre. Si amas a tus semejantes, debes haber descubierto sus valores. Jesús
amaba tanto a los hombres, porque les adjudicaba un valor muy alto. Puedes
mejor descubrir los valores de tus asociados descubriendo sus motivaciones. Si
alguien te irrita, te produce sentimientos de resentimiento, debes buscar con
simpatía el discernimiento de su punto de vista, sus razones de una conducta
tan censurable.
Una vez que entiendas a tu prójimo, te volverás tolerante, y
esta tolerancia crecerá en amistad y madurará en el amor.No puedes realmente
amar a tus semejantes por un simple acto de tu voluntad.
El amor tan sólo nace
de la comprensión completa de las motivaciones y sentimientos de tus
semejantes. No es tan importante amar a todos los hombres hoy como lo es que
cada día aprendes a amar aún a uno más entre los seres humanos. Si cada día o
cada semana consigues comprender a uno más de entre tus semejantes, y si éste
es el límite de tu habilidad, estás entonces ciertamente socializando y
verdaderamente espiritualizando tu personalidad.
El amor es contagioso, y
cuando la devoción humana es inteligente y sabia, el amor es más contagioso que
el odio. Pero tan sólo el amor genuino y altruista es verdaderamente
contagioso. Si cada mortal pudiese volverse tan sólo el objeto de un afecto
dinámico, este virus benigno del amor llenaría muy pronto la corriente
sentimental de emoción de la humanidad hasta tal punto que toda civilización
estaría comprendida por el amor y ésa sería la realización de la hermandad del
hombre.
Tomado del Libro de Urantia
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