Cuando los sacerdotes hebreos cautivos en
Babilonia quisieron volver sobre los pasos del pueblo judío remontándose hasta
los tiempos de Adán, se toparon con grandes dificultades en reconstruir la
historia; a uno se le ocurrió abandonar el esfuerzo, a fin de dejar que el
mundo se ahogara en la maldad de la época de la inundación de Noé, y así estar
en mejor posición para remontarse al origen de Abraham a partir de uno de los
tres hijos sobrevivientes de Noé.
Son universales las narrativas tradicionales
de una época en la cual el agua cubría la superficie entera de la tierra.
Muchas razas conservan la historia de un diluvio mundial en alguna edad pasada.
La historia bíblica de Noé, el arca y el diluvio es invento del sacerdocio
hebreo durante su cautividad en Babilonia. No ha habido nunca una inundación
universal desde que se estableció la vida en nuestro mundo. El único tiempo en
que la superficie de la tierra estuvo completamente cubierta de agua fue
durante aquellas edades arqueozoicas, antes de que despuntara la tierra.
Pero
Noé en efecto vivió; era un viñador de Aram, un poblado ribereño cerca de Erec.
Llevaba cada año un registro escrito de los días de las crecientes del río. Fue
objeto de gran escarnio porque subía y bajaba el valle del río propugnando que
se construyeran de madera todas las casas a manera de barcos, y que se subieran
a bordo todas las noches los animales domésticos al aproximarse la estación de
inundaciones. Iba a los asentamientos ribereños vecinos cada año y les advertía
que en tantos días vendrían las inundaciones. Finalmente llegó un año en que
las inundaciones fueron aumentadas considerablemente por precipitaciones pluviales
insólitas de modo que la crecida repentina aniquiló la aldea entera; sólo se
salvaron Noé y su familia inmediata en su casa flotante.
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