miércoles, 19 de septiembre de 2018

Alcanzar el arte de vivir- EL L:U:


 Los animales responden noblemente al impulso de la vida, pero sólo el hombre puede alcanzar el arte de vivir, aunque la mayoría de la humanidad sólo experimenta el impulso animal a vivir. Los animales sólo conocen este impulso ciego e instintivo; el hombre es capaz de trascender este impulso a la función natural. El hombre puede elegir vivir en un alto plano de arte inteligente, aun en un plano de felicidad celestial y éxtasis espiritual. Los animales no se preguntan el propósito de la vida; por consiguiente, no se preocupan jamás, ni tampoco cometen suicidio. 
Entre los mortales el suicidio atestigua que esos seres han emergido de la etapa puramente animal de la existencia, y que sus esfuerzos de exploración han fracasado en el logro de niveles artísticos de la experiencia mortal. Los animales no conocen el significado de la vida; el hombre no sólo posee la capacidad para reconocer los valores y la comprensión de los significados, sino que también tiene conciencia del significado de los significados —es autoconsciente de su discernimiento.
Cuando los hombres se atreven a abandonar una vida de anhelos naturales en favor de una vida de arte aventurera y lógica incierta, deben estar preparados a soportar los inevitables riesgos de heridas emocionales —conflictos, infelicidad e incertidumbres— por lo menos hasta el momento en que alcancen cierto grado de madurez intelectual y emocional. El desaliento, la preocupación y la indolencia e intolerancia son prueba positiva de la inmadurez moral. La sociedad humana se enfrenta con dos problemas: cómo alcanzar la madurez del individuo y cómo alcanzar la madurez de la raza. El ser humano maduro pronto comienza a ver a todos los demás mortales con sentimientos de ternura y con emociones de tolerancia. Los hombres maduros tratan a los seres inmaduros con el amor y la compasión que un padre tiene hacia sus hijos.

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