Yo no contemplo las Escrituras, como lo hacen
los rabinos.Las palabras de la ley de Moisés y las enseñanzas de las Escrituras
no existían antes de Abraham. Sólo en tiempos recientes se han recopilado las
Escrituras en la forma como las conocemos. Aunque contienen los mejores
pensamientos y los anhelos más elevados del pueblo judío, también contienen
mucho que está lejos de ser representativo del carácter y de las enseñanzas del
Padre en el cielo; por lo tanto, yo debo elegir, entre las mejores enseñanzas,
aquellas verdades que han de recogerse para el evangelio del reino.Estos
escritos son obra de los hombres, algunos santos, otros, no tan santos. Las enseñanzas
de estos libros representan el punto de vista y el nivel de esclarecimiento de
los tiempos en los que se originaron. Como revelación de la verdad, los más
recientes son más confiables que los más antiguos. Las Escrituras contienen
errores y su origen es puramente humano, pero ten la seguridad de que
constituyen la mejor recopilación de sabiduría religiosa y verdad espiritual
que hay en el mundo entero en este momento.Muchos de estos libros no fueron
escritos por las personas cuyos nombres llevan, pero eso no disminuye de
ninguna manera el valor de las verdades que contienen. Aunque la historia de
Jonás no fuera un hecho, aun si Jonás no hubiera existido, la profunda verdad
de este relato, el amor de Dios por Nínive y los así llamados paganos, no sería
menos preciosa a los ojos de todos aquellos que aman a sus semejantes. Las
Escrituras son sagradas porque presentan los pensamientos y acciones de los
hombres que buscaban a Dios, y que nos dejaron en estos escritos sus más
elevados conceptos de rectitud, verdad y santidad. Las Escrituras contienen
mucho que es verdad, mucho, pero tú ya sabes, a la luz de las enseñanzas que
habéis recibido, que estos escritos contienen también mucho que tergiversa la
imagen del Padre en el cielo, el Dios amante que yo he venido para revelar a
todos los mundos.
«No se permitan ni por un instante creer en
aquellos documentos de las Escrituras que dicen que el Dios del amor ordenó a
tus antepasados que salieran a batallar para destruir a todos sus enemigos:
hombres, mujeres y niños. Estos documentos son palabras de hombres, hombres no
muy santos, no son la palabra de Dios. Las Escrituras siempre reflejaron y
siempre reflejarán el estado intelectual, moral y espiritual de los que las
crean. ¿Acaso no han notado que los conceptos de Yahvé crecen en belleza y
gloria a través de los escritos de los profetas, desde Samuel hasta Isaías? Y
que el propósito de las Escrituras es la instrucción religiosa y la guía
espiritual. No son obra de historiadores ni de filósofos.Lo más deplorable es,
no solamente esta idea errónea de la perfección absoluta de las Escrituras y de
la infalibilidad de sus enseñanzas, sino más bien la confusa y errónea
interpretación de estos escritos sagrados por los escribas y fariseos de
Jerusalén, esclavos de la tradición. Ahora pues, emplearán ellos tanto la
doctrina de inspiración de las Escrituras como sus propias tergiversaciones
para resistirse decididamente a las enseñanzas más nuevas del evangelio del
reino.No olviden jamás que el Padre no limita la revelación de la verdad a una
sola generación ni a un solo pueblo. Muchos buscadores sinceros de la verdad se
han encontrado confundidos y desilusionados por esta doctrina de la perfección
de las Escrituras, y lo estarán también en el futuro.
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