jueves, 20 de septiembre de 2018

La sabiduría de mente y encanto de personalidad


  Aunque estés efectivamente armado para encarar las situaciones difíciles de la vida, no puedes esperar mucho éxito a menos que estés equipado de esa sabiduría de mente y encanto de personalidad que te permita ganar el apoyo y la cooperación sincera de tus semejantes. No puedes esperar una amplia medida de éxito, ni en el trabajo secular ni en el trabajo religioso, a menos que aprendas cómo persuadir a tus semejantes, cómo convencer a los demás. Simplemente, debes tener tacto y tolerancia.Pero el mejor de todos los métodos para solucionar problemas lo aprendí de Jesús, nuestro Maestro.
 Me refiero a aquello que él practica tan constantemente, y que tan fielmente os ha enseñado: el aislamiento para la meditación adoradora. En esta costumbre de Jesús de apartarse tan frecuentemente para comulgar con el Padre en el cielo, se ha de encontrar la técnica, no sólo para reunir la fuerza y sabiduría necesarias en los conflictos ordinarios del vivir, sino también para apropiarse de la energía necesaria en la solución de los problemas más elevados de naturaleza moral y espiritual. Pero aun los métodos correctos de solucionar problemas no compensarán los defectos inherentes de la personalidad ni la ausencia de hambre y sed de la verdadera rectitud.
Me impresiona profundamente el hábito de Jesús de apartarse a solas para pasar esas temporadas de encuesta solitaria de los problemas del vivir; buscar nuevas reservas de sabiduría y energía para así poder enfrentarse a las múltiples demandas del servicio social; acelerar y profundizar el supremo propósito del vivir sometiendo verdaderamente la personalidad total a la conciencia de estar en contacto con la divinidad; luchar por alcanzar métodos nuevos y mejores de adaptarse a las situaciones en constante cambio de la existencia viviente; efectuar aquellas reconstrucciones vitales y reajustes de las actitudes personales que son tan esenciales para un mayor discernimiento de todo lo que es válido y real; y hacer todo esto con el único propósito de la gloria de Dios —enviar como aliento a los cielos la oración favorita de vuestro Maestro: «Que se haga, no mi voluntad, sino la tuya».
Rodan de Alejandría. El Libro de Urantia

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