viernes, 21 de septiembre de 2018

El prejuicio enceguece el alma


 El prejuicio enceguece el alma en el reconocimiento de la verdad, y el prejuicio puede ser eliminado sólo por la devoción sincera del alma a la adoración de una causa capaz de abrazar e incluir a todos los semejantes. El prejuicio está vinculado inseparablemente con el egoísmo.
 El prejuicio tan sólo se puede eliminar si se abandona el egoísmo y se lo reemplaza por la búsqueda de la satisfacción que produce el servicio de una causa que sea no sólo más grande que el yo, sino aun más grande que toda la humanidad —la búsqueda de Dios, al alcance de la divinidad.
El indicio de la madurez de la personalidad consiste en la transformación del deseo humano de manera tal que busque constantemente la realización de esos valores que son los más elevados y los más divinamente reales.
En un mundo en continuo cambio, en medio de un orden social en evolución, es imposible mantener propósitos rígidos y establecidos de destino. La estabilidad de la personalidad tan sólo puede ser experimentada por los que han descubierto y abrazado al Dios viviente como meta eterna de alcance infinito.
 El transferir de este modo el propio objetivo del tiempo a la eternidad, de la tierra al Paraíso, de lo humano a lo divino, requiere que el hombre se regenere, se convierta, nazca nuevamente; que se vuelva el hijo recreado del espíritu divino; que gane el ingreso en la hermandad del reino del cielo. Todas las filosofías y religiones que no llegan a estos ideales, son inmaduras. La filosofía que yo enseño, vinculada con el evangelio que vosotros predicáis, representa la nueva religión de la madurez, el ideal de todas las generaciones futuras. Y esto es verdad porque nuestro ideal es final, infalible, eterno, universal, absoluto e infinito.Mi filosofía me impulsó a buscar las realidades del verdadero alcance, el objetivo de la madurez. Pero mi impulso era impotente; mi búsqueda carecía de fuerza impulsadora; mi indagación sufría, por faltarle la certidumbre de una dirección. Estas deficiencias han sido abundantemente corregidas por este nuevo evangelio de Jesús, con su enaltecimiento de vistas, con su elevación de ideales, y con su certidumbre de objetivos. Sin dudas ni recelos puedo ahora de todo corazón entrar en la aventura eterna.
RODAN DE ALEJANDRIA -El libro de Urantia.-

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