jueves, 3 de abril de 2014
Las seudo-conversiones religiosas
La mayoría de los fenómenos espectaculares asociados con las así llamadas conversiones religiosas, son enteramente psicológicos en su naturaleza, pero de vez en cuando ocurren experiencias que son también espirituales en origen. Cuando la movilización mental es total en cualquier nivel de alcance psíquico hacia el logro espiritual,cuando existe perfección de motivación humana en las lealtades a la idea divina, entonces frecuentemente ocurre un abrazo repentino del espíritu residente que se sincroniza con el propósito consagrado de la mente superconsciente del creyente. Y son tales experiencias de fenómenos intelectuales y espirituales unificados los que constituyen la conversión que consiste en factores más allá de la involucración psicológica.Pero la emoción por sí sola es una conversión falsa; hace falta tanto la fe como el sentimiento. El gran peligro en todas estas especulaciones psíquicas consiste en que las visiones y otras experiencias así llamadas místicas, juntamente con sueños extraordinarios, pueden ser considerados comunicaciones divinas a la mente humana. En épocas pasadas, los seres divinos se han revelado a personas que conocen a Dios, no debido a sus trances místicos o visiones morbosas.El contraste con la búsqueda de la conversión, el acercamiento a posible contacto con el Ajustador debe buscarse mediante una vida de fe viviente y de adoración sincera, y de oración franca y altruista. Demasiado de lo que surge de los recuerdos de los niveles inconscientes de la mente humana se ha interpretado erróneamente como revelación divina y guía espiritual.Existe gran peligro asociado con la práctica habitual de los ensueños religiosos; el misticismo puede volverse una técnica para evitar la realidad, aunque a veces haya sido un medio para la comunión espiritual genuina. Cortas temporadas de retiro de las escenas activas de la vida, pueden no ser gravemente peligrosas, pero el aislamiento prolongado de la personalidad no es deseable. No debe cultivarse nunca, bajo ninguna circunstancia, el estado semejante al trance de una conciencia visionaria como experiencia religiosa.
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