La religión espiritual no es sólo una técnica para llegar a una paz mental estática y dichosa; es un impulso hacia la organización del alma para el servicio dinámico. Es enlistar la totalidad del yo para el servicio leal del Dios amante y para servir a los demás. La religión paga cualquier precio esencial para el logro del fin supremo, el premio eterno. Hay una consagración tan completa en la lealtad religiosa que es soberbiamente sublime. Y estas lealtades son socialmente eficaces y espiritualmente progresivas.Para el religionista, la palabra `Dios', se vuelve un símbolo que significa el acercamiento a la realidad suprema y el reconocimiento del valor divino. Lo que place o disgusta a la humanidad no determina el bien o el mal; los valores morales no surgen de la satisfacción de los deseos ni de la frustración emocional.
En la contemplación de los valores debes distinguir entre lo que es valor y lo que tiene valor. Debes reconocer la relación entre las actividades placenteras y su integración significativa y realización enaltecida en niveles progresivamente cada vez más altos de experiencia humana.
El significado es algo que la experiencia agrega al valor; es la conciencia apreciativa de los valores. Un placer aislado y puramente egoísta, puede connotar una devaluación virtual de los significados, un goce sin sentido que linda con el mal relativo. Los valores son experienciales cuando las realidades son significativas y se asocian mentalmente, cuando tales relaciones son reconocidas y apreciadas por la mente.
Tomado del Libro de Urantia
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