lunes, 25 de noviembre de 2013
La última hora de Jesús en la cruz
Poco después de la una de la tarde, en medio de las tinieblas en aumento por la tormenta de arena, Jesús comenzó a perder su conciencia humana. Ya había dicho sus últimas palabras de misericordia, perdón y admonición. Había expresado su último deseo —sobre el cuidado de su madre. Durante esta hora de muerte inminente, la mente humana de Jesús recurrió a la repetición de muchos pasajes de las escrituras hebreas, particularmente los salmos. La última actividad consciente del Jesús humano consistió en la repetición mental de una porción del libro de salmos, que se conoce ahora como salmos veinte, veintiuno y veintidós. Aunque sus labios se movían a menudo, estaba demasiado débil para pronunciar las palabras.Sólo de cuando en cuando los que estaban cerca lograron captar algunas palabras, como por ejemplo: «Conozco que el Señor salvará a su ungido», «Alcanzará tu mano a todos mis enemigos», y «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?» Jesús no tuvo en ningún momento la menor duda de que había vivido de acuerdo con la voluntad del Padre; y nunca dudó que en ese momento él estaba ofreciendo su vida en la carne, de acuerdo con la voluntad del Padre. El no creía que el Padre le había desamparado o abandonado; estaba recitando las escrituras en el momento de perder la conciencia, entre éstas este salmo veintidós, que comienza con «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?» Y ocurrió que ésta fue una de las tres estrofas dichas con claridad como para que las oyeran los que estaban cerca.Era poco antes de las tres cuando Jesús clamó: «¡Consumado es! Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu». Después de hablar así, bajó la cabeza y abandonó la lucha por la vida. Cuando el centurión romano vio como Jesús había muerto, se golpeó el pecho y dijo: «Éste era realmente un hombre justo; de cierto debe haber sido un Hijo de Dios». El L.U.
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