domingo, 1 de diciembre de 2013
La tumba de Jesús,vacía.
La creencia cristiana de la resurrección de Jesús se ha basado en el hecho de la «tumba vacía». Fue en verdad un hecho de que la tumba estaba vacía, pero ésta no fue la verdad de la resurrección. La tumba estaba realmente vacía cuando llegaron los primeros creyentes, y este hecho, asociado con el de la resurrección indudable del Maestro, llevó a la formulación de una creencia que no era verdad: la enseñanza de que el cuerpo material y mortal de Jesús había resucitado del sepulcro. La verdad relacionada con las realidades espirituales y los valores eternos, no siempre puede deducirse de la combinación de hechos aparentes. Aunque ciertos hechos pueden ser materialmente verdad, esto no significa que la asociación de un grupo de hechos deba necesariamente conducir a conclusiones espirituales verdaderas.La tumba estaba vacía, no porque el cuerpo de Jesús hubiera sido rehabilitado ni resucitado, sino porque las huestes celestiales habían solicitado, y recibido el permiso, para realizar una disolución especial y singular, un retorno del «polvo al polvo» evitando la intervención del paso del tiempo y el efecto de los procesos ordinarios y visibles de la descomposición mortal y la corrupción material.Los restos mortales de Jesús sufrieron el mismo proceso natural de desintegración de los elementos que caracteriza a todos los cuerpos humanos en la tierra, excepto que, en cuanto al paso del tiempo, este modo natural de disolución fue grandemente acelerado, hasta el punto en que se volvió casi instantáneo.Las verdaderas pruebas de la resurrección de Micael son de naturaleza espiritual, aunque esta enseñanza haya sido corroborada por el testimonio de muchos mortales del reino que se encontraron con el Maestro morontial resucitado, lo reconocieron, y comulgaron con él. Él fue parte de la experiencia personal de casi mil seres humanos, antes de despedirse de nuestro mundo.
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