miércoles, 19 de febrero de 2014

Todo amor verdadero viene de Dios.

Demasiado frecuentemente los hombres olvidan que Dios es la experiencia más grande en la existencia humana. Otras experiencias están limitadas en su naturaleza y contenido, pero la experiencia de Dios no tiene límites excepto los de la capacidad de comprensión de la criatura, y esta misma experiencia es en sí misma ampliadora de la capacidad. Cuando los hombres buscan a Dios, lo buscan todo. Cuando encuentran a Dios han encontrado todo. La búsqueda de Dios es el don ilimitado de amor acompañado por descubrimientos sorprendentes de amor nuevo y aun más grande capaz de ser donado.
Todo amor verdadero viene de Dios, y el hombre recibe el afecto divino así como él mismo dona su amor a sus semejantes. El amor es dinámico. No puede ser apresado jamás; está vivo, libre, conmovedor y siempre en movimiento. El hombre no puede tomar jamás el amor del Padre y aprisionarlo en su corazón. El amor del Padre puede llegar a ser real para el hombre mortal sólo al pasar a través de la personalidad del hombre cuando a su vez dona ese amor a sus semejantes. El gran circuito del amor viene del Padre, a través de los hijos a los hermanos y de ahí al Supremo. El amor del Padre aparece en la personalidad mortal por ministerio del Ajustador residente. Este hijo que conoce a Dios revela este amor a sus hermanos universales, y este afecto fraternal es la esencia del amor del Supremo.

Tomado del Libro de Urantia

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