Demasiado frecuentemente los hombres olvidan que Dios es la experiencia más grande en la existencia humana. Otras experiencias están limitadas en su naturaleza y contenido, pero la experiencia de Dios no tiene límites excepto los de la capacidad de comprensión de la criatura, y esta misma experiencia es en sí misma ampliadora de la capacidad. Cuando los hombres buscan a Dios, lo buscan todo. Cuando encuentran a Dios han encontrado todo. La búsqueda de Dios es el don ilimitado de amor acompañado por descubrimientos sorprendentes de amor nuevo y aun más grande capaz de ser donado.
Todo amor verdadero viene de Dios, y el hombre recibe el afecto divino así como él mismo dona su amor a sus semejantes. El amor es dinámico. No puede ser apresado jamás; está vivo, libre, conmovedor y siempre en movimiento. El hombre no puede tomar jamás el amor del Padre y aprisionarlo en su corazón. El amor del Padre puede llegar a ser real para el hombre mortal sólo al pasar a través de la personalidad del hombre cuando a su vez dona ese amor a sus semejantes. El gran circuito del amor viene del Padre, a través de los hijos a los hermanos y de ahí al Supremo. El amor del Padre aparece en la personalidad mortal por ministerio del Ajustador residente. Este hijo que conoce a Dios revela este amor a sus hermanos universales, y este afecto fraternal es la esencia del amor del Supremo.
Tomado del Libro de Urantia
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