El éxito puede generar valor y
promover confianza, pero la sabiduría sólo proviene de las experiencias del
ajuste al resultado de los propios fracasos. Los hombres y mujeres que
prefieren las ilusiones optimistas a la realidad, jamás podrán ser sabios. Sólo
los que se enfrentan con los hechos y los adaptan a los ideales pueden llegar a
la sabiduría. La sabiduría abraza tanto el hecho como el ideal y por
consiguiente salva a sus devotos de esos extremos estériles de la filosofía —al
hombre cuyo idealismo excluye los hechos y al materialista que está vacío de
visión espiritual. Esas almas tímidas que sólo pueden mantener la lucha de la
vida mediante las continuadas ilusiones falsas del éxito están destinadas a
sufrir el fracaso y experimentar la derrota cuando finalmente despierten del
mundo de ensueño de su propia imaginación.En este asunto de enfrentarse con el
fracaso y adaptarse a la derrota es donde la visión de largo alcance de la
religión ejerce su influencia suprema. El fracaso es simplemente un episodio
educacional —un experimento cultural en la adquisición de la sabiduría— en la
experiencia del hombre que busca a Dios, embarcado en la aventura eterna de la
exploración de un universo. Para esos hombres, la derrota no es sino un medio
nuevo para el alcance de niveles más altos de la realidad universal.
La carrera del hombre que busca a Dios puede ser triunfal a la luz de la
eternidad, aunque toda su vida temporal parezca un fracaso completo, siempre y
cuando cada uno de sus fracasos durante la vida haya producido la cultura de la
sabiduría y el alcance del espíritu. No cometas el error de confundir el
conocimiento, la cultura y la sabiduría. Están relacionados en la vida, pero
representan valores espirituales vastamente diferentes; la sabiduría por
siempre domina al conocimiento y para siempre glorifica la cultura.
El Libro de Urantia
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