Aunque estés efectivamente armado
para encarar las situaciones difíciles de la vida, no puedes esperar mucho
éxito a menos que estés equipado de esa sabiduría de mente y encanto de
personalidad que te permita ganar el apoyo y la cooperación sincera de tus
semejantes.
No puedes esperar una amplia medida de éxito, ni en el trabajo
secular ni en el trabajo religioso, a menos que aprendas cómo persuadir a tus
semejantes, cómo convencer a los demás. Simplemente, debes tener tacto y
tolerancia.
Pero el mejor de todos los métodos para solucionar problemas lo
aprendí de Jesús, nuestro Maestro. Me refiero a aquello que él practica tan
constantemente, y que tan fielmente os ha enseñado: el aislamiento para la
meditación adoradora. En esta costumbre de Jesús de apartarse tan
frecuentemente para comulgar con el Padre en el cielo, se ha de encontrar la
técnica, no sólo para reunir la fuerza y sabiduría necesarias en los conflictos
ordinarios del vivir, sino también para apropiarse de la energía necesaria en
la solución de los problemas más elevados de naturaleza moral y espiritual.
Pero aun los métodos correctos de solucionar problemas no compensarán los
defectos inherentes de la personalidad ni la ausencia de hambre y sed de la
verdadera rectitud.Me impresiona profundamente el hábito de Jesús de apartarse
a solas para pasar esas temporadas de encuesta solitaria de los problemas del
vivir; buscar nuevas reservas de sabiduría y energía para así poder enfrentarse
a las múltiples demandas del servicio social; acelerar y profundizar el supremo
propósito del vivir sometiendo verdaderamente la personalidad total a la
conciencia de estar en contacto con la divinidad; luchar por alcanzar métodos
nuevos y mejores de adaptarse a las situaciones en constante cambio de la
existencia viviente; efectuar aquellas reconstrucciones vitales y reajustes de
las actitudes personales que son tan esenciales para un mayor discernimiento de
todo lo que es válido y real; y hacer todo esto con el único propósito de la
gloria de Dios —enviar como aliento a los cielos la oración favorita de vuestro
Maestro: «Que se haga, no mi voluntad, sino la tuya».
Rodán de Alejandría El L:U:
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