La palabra Dios, la idea de Dios en contraposición con el ideal de Dios,
puede volverse parte de cualquier religión aunque sea una religión altamente
pueril o falsa. Y esta idea de Dios puede llegar a ser cualquier cosa que los
que la albergan tal vez elijan hacerla. Las religiones más bajas forjan sus
ideas de Dios para coincidir con el estado natural del corazón humano; las
religiones más altas exigen que el corazón humano cambie para satisfacer las
demandas de los ideales de la verdadera religión.
La religión de Jesús
trasciende todos nuestros conceptos anteriores de la idea de adoración, en
cuanto no solamente describe a su Padre como el ideal de la realidad infinita,
sino que declara positivamente que esta fuente divina de valores y el centro
eterno del universo es verdadera y personalmente obtenible por cada criatura
mortal que elija entrar al reino del cielo en la tierra, reconociendo así la
aceptación de la filiación a Dios y de la hermandad con el hombre. Eso, en mi
opinión, es el más elevado concepto de religión que el mundo haya conocido
jamás, y declaro que no puede haber nunca un concepto más alto, puesto que este
evangelio abraza la infinidad de las realidades, la divinidad de los valores y
la eternidad de los alcances universales. Dicho concepto constituye la
realización de la experiencia del idealismo de lo supremo y lo último.No sólo
me intrigan los ideales cabales de esta religión de vuestro Maestro, sino que
estoy poderosamente impulsado a profesar mi creencia en su anuncio de que estos
ideales de las realidades espirituales son alcanzables; que vosotros y yo
podemos embarcarnos en esta larga y eterna aventura con su garantía de la
certidumbre de nuestra llegada final a las puertas del Paraíso.
Hermanos míos, yo soy un creyente, me he embarcado; me he encaminado con
vosotros en esta aventura eterna. El Maestro dice que él vino del Padre, y que
nos mostrará el camino. Estoy plenamente persuadido de que profesa la verdad.
Por fin estoy convencido de que no existen ideales alcanzables de realidad ni
valores de perfección fuera del Padre eterno y Universal.
Vengo pues a adorar, no meramente al Dios de las existencias, sino al
Dios de la posibilidad de toda existencia futura. Por lo tanto debe vuestra
devoción a un ideal supremo, si ese ideal es real, ser devoción a este Dios de
los universos pasados, presentes y futuros de las cosas y los seres. Y no hay
otro Dios, porque no es posible que haya ningún otro Dios. Todos los otros
dioses son invenciones de la imaginación, ilusiones de la mente mortal,
distorsiones de la lógica falsa, e ídolos falaces de los que los crean. Sí,
podéis tener una religión sin este Dios, pero no significará nada. Si buscáis
sustituir la palabra Dios por la realidad de este ideal del Dios viviente, tan
sólo os habéis engañado a vosotros mismos poniendo una idea en el lugar de un
ideal, una realidad divina. Estas creencias son meramente religiones de una fantasía
anhelante.
Veo en las enseñanzas de Jesús la religión en su mejor expresión. Este
evangelio nos permite buscar al verdadero Dios y encontrarlo. Pero, ¿estamos
dispuestos a pagar el precio de esta entrada en el reino del cielo? ¿Estamos
dispuestos a renacer? ¿A ser rehechos? ¿Estamos dispuestos a someternos a este
terrible y agotador proceso de autodestrucción y reconstrucción del alma? Acaso
no ha dicho el Maestro: «El que quiera salvar su vida tiene que perderla. No
creáis que he venido para traer paz sino más bien lucha por el alma». Es verdad
que después que paguemos el precio de la dedicación a la voluntad del Padre,
experimentaremos gran paz, siempre y cuando sigamos caminando por los caminos
espirituales del vivir consagrado.
La religión de Jesús exige experiencia espiritual y viviente. Otras
religiones podrán consistir en creencias tradicionales, sentimientos
emocionales, conciencias filosóficas, y todo eso, pero la enseñanza del Maestro
requiere el alcance de niveles reales de verdadera progresión espiritual.
El Libro de Urantia
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