Todo ser humano adquiere, tarde o temprano, cierto concepto de este
mundo y cierta visión del próximo. Ahora bien, es posible, a través de la
asociación de las personalidades, unificar estos conceptos de la existencia
temporal y de las perspectivas eternas. De este modo la mente de uno aumenta
sus valores espirituales porque gana mucho del entendimiento del otro. Así
pues, los hombres enriquecen su alma aunando sus respectivas posesiones
espirituales. De esta manera, también consigue el hombre escapar de la siempre
presente tendencia a caer víctima de una visión distorsionada, un punto de
vista prejuiciado y una estrechez de juicio.
El aislamiento tiende a agotar la
carga de energía del alma. La asociación con los semejantes es esencial para
mantener el entusiasmo por la vida, e indispensable para alimentar la valentía
necesaria en las batallas inherentes a la ascensión a los niveles más altos del
vivir humano. La amistad intensifica el gozo y glorifica los triunfos de la
vida. Las asociaciones humanas amantes e íntimas tienden a liberar al
sufrimiento de su pesadumbre y a la dificultad de mucho de su amargura. La
presencia de un amigo o una amiga aumenta toda belleza y exalta toda bondad.
Por medio de símbolos inteligentes, el hombre es capaz de acelerar y ampliar la
capacidad de apreciación de sus amigos.
Una de las glorias máximas de la amistad humana es este poder y
posibilidad de estimulación mutua de la imaginación. Hay gran poder espiritual
inherente en la conciencia de una devoción absoluta a una causa común, la
lealtad mutua a una Deidad cósmica.El temor, la envidia y el engreimiento
pueden ser prevenidos únicamente mediante el contacto íntimo con otras mentes.
El Libro de Urantia
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