Los peligros de una religión
institucionalizada son: La fijación de las creencias y la cristalización de los
sentimientos; la acumulación de los intereses establecidos con un aumento de la
secularización; la tendencia a estandardizar y fosilizar la verdad; la
desviación de la religión, del servicio a Dios al servicio a la iglesia; la
tendencia de los líderes a volverse administradores en vez de ministros; la
tendencia a formar sectas y divisiones competitivas; el establecimiento de una
autoridad eclesiástica opresiva; la creación de una actitud aristocrática de
«pueblo elegido»; el fomentar ideas falsas y exageradas de lo sagrado; la
rutinización de la religión y la petrificación de la adoración; la tendencia a
venerar el pasado, ignorando al mismo tiempo las demandas del presente; la
incapacidad de hacer interpretaciones contemporáneas de la religión; el enredo
con las funciones de las instituciones seculares; la creación de una
discriminación maligna en forma de castas religiosas; el volverse juez
intolerante de la ortodoxia; la incapacidad de mantener el interés de la juventud
aventurosa y la pérdida gradual del mensaje salvador del evangelio de la
salvación eterna.
La religión formal frena a los
hombres en sus actividades espirituales personales en vez de liberarlos para un
servicio enaltecido de constructores del reino.
El Libro de Urantia
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