jueves, 16 de enero de 2014
Alcanzar el arte de vivir
Los animales responden noblemente al impulso de la vida, pero sólo el hombre puede alcanzar el arte de vivir, aunque la mayoría de la humanidad sólo experimenta el impulso animal a vivir. Los animales sólo conocen este impulso ciego e instintivo; el hombre es capaz de trascender este impulso a la función natural. El hombre puede elegir vivir en un alto plano de arte inteligente, aun en un plano de felicidad celestial y éxtasis espiritual. Los animales no se preguntan el propósito de la vida; por consiguiente, no se preocupan jamás, ni tampoco cometen suicidio. Entre los mortales el suicidio atestigua que esos seres han emergido de la etapa puramente animal de la existencia, y que sus esfuerzos de exploración han fracasado en el logro de niveles artísticos de la experiencia mortal. Los animales no conocen el significado de la vida; el hombre no sólo posee la capacidad para reconocer los valores y la comprensión de los significados, sino que también tiene conciencia del significado de los significados —es autoconsciente de su discernimiento.Cuando los hombres se atreven a abandonar una vida de anhelos naturales en favor de una vida de arte aventurera y lógica incierta, deben estar preparados a soportar los inevitables riesgos de heridas emocionales —conflictos, infelicidad e incertidumbres— por lo menos hasta el momento en que alcancen cierto grado de madurez intelectual y emocional. El desaliento, la preocupación y la indolencia e intolerancia son prueba positiva de la inmadurez moral. La sociedad humana se enfrenta con dos problemas: cómo alcanzar la madurez del individuo y cómo alcanzar la madurez de la raza. El ser humano maduro pronto comienza a ver a todos los demás mortales con sentimientos de ternura y con emociones de tolerancia. Los hombres maduros tratan a los seres inmaduros con el amor y la compasión que un padre tiene hacia sus hijos. El Libro de Urantia
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario