sábado, 25 de enero de 2014

La moralidad y la religión

La moralidad y la religión no son necesariamente la misma cosa. Un sistema de moral, si adopta un objeto de adoración, puede volverse una religión. Una religión, al perder su atracción universal a la lealtad y a la devoción suprema, puede volverse un sistema de filosofía o un código moral. Esta cosa, ser, estado, u orden de existencia, o posibilidad de obtención que constituye el ideal supremo de la lealtad religiosa, y que es el receptor de la devoción religiosa de los que adoran, es Dios. Sea cual fuere el nombre aplicado a este ideal de la realidad espiritual, es Dios.
Las características sociales de una religión verdadera consisten en el hecho de que ésta busca invariablemente convertir al individuo y transformar el mundo. La religión implica la existencia de ideales no descubiertos, que trascienden en mucho las normas conocidas de ética y moralidad comprendidas incluso en los usos sociales más elevados de las instituciones más maduras de la civilización. La religión busca ideales no descubiertos, realidades no exploradas, valores sobrehumanos, sabiduría divina, y verdadero alcance espiritual. La verdadera religión hace todo esto; todas las demás creencias, no son dignas de ese nombre. No podéis tener una religión espiritual genuina sin el ideal supremo y excelso de un Dios eterno. Una religión sin este Dios es una invención del hombre, una institución humana de creencias intelectuales sin vida y ceremonias emocionales sin sentido. Una religión puede aclamar como objeto de su devoción a un gran ideal. Pero tales ideales irreales no son alcanzables; tal concepto es ilusorio. Los únicos ideales susceptibles del logro humano son las realidades divinas de los valores infinitos residentes en el hecho espiritual del Dios eterno.                                    Tomado del Libro de Urantia

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