Cuando la razón reconoce el bien y el mal, exhibe sabiduría; cuando la sabiduría elige entre el bien y el mal, entre la verdad y el error, demuestra ser guiada por el espíritu.Y de esta manera las funciones de la mente, el alma y el espíritu están unidas estrechamente por siempre y funcionalmente interasociadas. La razón trata del conocimiento de los hechos; la sabiduría, de la filosofía y la revelación; la fe, de la experiencia espiritual viva. Mediante la verdad, el hombre alcanza la belleza y mediante el amor espiritual, asciende a la bondad.La fe conduce a conocer a Dios, no meramente a un sentimiento místico de la presencia divina.
La fe no debe estar influida excesivamente por sus consecuencias emotivas. La verdadera religión es una experiencia de creencia y conocimiento así como también una satisfacción de sentimiento.Existe una realidad en la experiencia religiosa que es proporcional al contenido espiritual, y dicha realidad trasciende la razón, la ciencia, la filosofía, la sabiduría y todos los demás logros humanos.
Las convicciones de dicha experiencia son inatacables; la lógica del vivir religioso es incontrovertible; la certidumbre de dicho conocimiento es superhumana; las satisfacciones son soberbiamente divinas, la valentía indomitable, las devociones incuestionables, las lealtades supremas, y los destinos finales —eternos, últimos y universales.
La crueldad aparente del hado perverso que acumula tribulaciones sobre un mortal sufriente puede ser en realidad un fuego templador que está transmutando el hierro blando de la personalidad inmadura en el acero duro de su verdadero carácter.
Tomado del Libro de Urantia
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