lunes, 17 de marzo de 2014

La felicidad humana

La interpretación del hombre o mujer de los conflictos primitivos entre la voluntad egoísta y la voluntad altruista no es siempre confiable.Sólo una personalidad relativamente bien unificada puede arbitrar las opiniones multiformes de los deseos del ego y la conciencia social naciente. El yo tiene derechos tanto como los tienen sus prójimos. Ninguno de los dos ha de reclamar exclusivamente la atención y servicio del individuo. La incapacidad de resolver este problema da origen al tipo más primitivo de los sentimientos humanos de culpa.
La felicidad humana se alcanza tan sólo cuando el deseo egoísta del yo y el impulso altruista del yo superior (espíritu divino) están coordinados y reconciliados por la voluntad unificada de la personalidad integrante y supervisora.
La mente del mortal evolucionario se enfrenta constantemente con el complejo problema de arbitrar la contienda entre la expansión natural de los impulsos emocionales y el crecimiento moral de los impulsos altruistas predicados en el discernimiento espiritual que es la reflexion religiosa genuina.
El intento de asegurar un bien equivalente para el yo y para la mayor cantidad de otros yoes presenta un problema que no siempre puede ser resuelto satisfactoriamente dentro del marco espacio-temporal. En una vida eterna, estos antagonismos pueden ser solucionados, pero en la corta vida humana es imposible solucionarlos. Jesús se refirió a dicha paradoja cuando dijo: «El que salve su vida la perderá, pero el que pierda su vida en nombre del reino, la hallará».

Tomado del Libro de Urantia

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