Tenían los chinos una gran tendencia a la solidaridad racial, pero ésta no llegó a desarrollarse apropiadamente porque faltaba el estímulo impulsor del constante peligro de una agresión exterior.En cuanto se hubo completado la conquista del Asia oriental, el antiguo estado militar se fue desintegrando gradualmente, y las pasadas guerras fueron olvidadas. De las épicas luchas con la raza roja sólo persistió la vaga tradición de un antiguo enfrentamiento con los pueblos arqueros. Los chinos pronto se volcaron a la agricultura, lo que contribuyó aún más a fomentar sus tendencias pacíficas. Al mismo tiempo, el hecho de que la población indicaba una relación hombre-tierra muy por debajo de los requisitos agrícolas, contribuyó más aún al creciente carácter pacífico del país.La conciencia de los logros pasados (un tanto menor actualmente), el conservadurismo de un pueblo abrumadoramente agrícola, y una muy bien desarrollada vida familiar dieron origen a la veneración de los antepasados, que culminó en la costumbre de honrar a los hombres del pasado casi hasta lindar con la adoración. Una actitud muy similar prevaleció entre las razas blancas en Europa durante unos quinientos años tras la desintegración de la civilización grecorromana.La creencia y la adoración de la Verdad Única nunca dejó de existir completamente;pero, a medida que fue pasando el tiempo, la búsqueda de una nueva y más elevada verdad pasó a ser eclipsada por una creciente tendencia a venerar aquella que ya estaba establecida. Lentamente, el genio de la raza amarilla se desvió de lo que había sido la búsqueda de lo desconocido, hacia la preservación de lo conocido.Y ésta es la razón de la paralización de lo que había sido la civilización de más rápido progreso en el mundo.
Tomado del Libro de Urantia
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