El período formativo de la civilización china, que comienza con la llegada de los anditas, continúa hasta el gran despertar ético, moral y semirreligioso del siglo sexto antes de Cristo. Y la tradición china conserva el confuso registro del pasado evolucionario; la transición de la familia materna a la familia paterna, el establecimiento de la agricultura, el desarrollo de la arquitectura, la iniciación de la industria —todos ellos se narran sucesivamente. Esta historia presenta, con mayor precisión que cualquier otro relato similar, la imagen del magnífico ascenso de un pueblo superior a partir de los niveles de la barbarie. Durante este período pasaron de una sociedad agrícola primitiva a una más elevada organización social, abarcando ciudades, manufacturas, trabajos con metales, intercambio comercial, gobierno, escritura, matemáticas, arte, ciencias e imprenta.
Así pues la antigua civilización de la raza amarilla ha perdurado a través de los siglos. Han transcurrido casi cuarenta mil años desde que se produjeron los primeros avances importantes en la cultura china. A pesar de los muchos retrocesos, la civilización de los hijos de Han sigue siendo la que más se acerca a un cuadro de progreso continuo e ininterrumpido que llega directamente hasta la actualidad. Los desarrollos religiosos y mecánicos de las razas blancas han sido de alto orden, pero no han superado nunca a los chinos en lealtad familiar, ética de grupo o moralidad personal.
Esta antigua cultura ha contribuido mucho a la felicidad humana; millones de seres humanos han vivido y muerto, bendecidos por sus logros. Durante siglos esta gran civilización ha descansado sobre los laureles del pasado, pero ya está volviendo a despertar para visualizar otra vez los trascendentales objetivos de la existencia mortal, enfrentando nuevamente la infatigable lucha por el progreso sin fin. Tomado de Libro de Urantia
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